El conflicto interno de la izquierda latinoamericana: “No al progresismo de Lula Da Silva” (Parte I)
Lejos están los tiempos en los que la izquierda latinoamericana parecía moverse en una especie de paraíso con sus líderes todos tomados de la mano, pues comienzan a hacerse notar las enormes diferencias entre unos y otros, siendo Luiz Inácio Lula da Silva el eje de estas diferencias. Queda, pues, al descubierto el conflicto interno de la izquierda latinoamericana.
La disputa entre el presidente brasileño y el dictador nicaragüense, Daniel Ortega, y ahora con Nicolás Maduro, así lo evidencian. A Lula da Silva ahora se lo acusa traición, al tiempo de catalogársele de “arrastrado” —según palabras de Ortega— así como de actuar como un “representante de los yanquis”. De ser uno de los radicales del progresismo latinoamericano, ahora se le tiene como enemigo del ideal revolucionario.
La narrativa es muy fuerte contra el progresismo de izquierda, sobre todo ahora que se muestra descarnada la lucha a cuchillo de sus lideres más representativos. Distintas facciones —destacan en este momento las más radicales— se atacan entre sí y dejan atrás la imagen de convivencia armónica que —por lo menos en apariencia— exhibían en otros momentos.
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Autoayuda
Es una narrativa dirigida a fortalecer la imagen de un bloque de izquierda radical que resiste la influencia extranjera y defiende su soberanía a toda costa, incluso si esto se traduce en tolerancia a la falta de transparencia y violaciones de derechos humanos. El objetivo es atacar y eliminar cualquier disidencia dentro de la izquierda latinoamericana.
Este discurso también es un intento de Ortega por mantener su propia legitimidad, tanto en el ámbito doméstico como internacional, en un momento en que su régimen enfrenta crecientes críticas por la represión interna y la persecución política. Quiere consolidar su imagen como un líder resistente ante las presiones externas del imperialismo.
Ortega versus Lula
El enfrentamiento entre Daniel Ortega y Lula Da Silva adquirió visos de guerra a muerte, pues en los calificativos del primero para el segundo no hay espacio para el rencuentro. El nicaragüense, con lenguaje de alta agresividad, arremete contra el brasileño.
A Lula, Ortega lo señala de alinearse a los intereses imperialistas y europeos y darle la espalda a la revolución y al progresismo. Este discurso no solo es un ataque personal contra el mandatario suramericano, sino que también busca deslegitimar a aquellos en la izquierda que no se alinean completamente con el tipo de régimen autoritario que Ortega representa.
La estrategia de Ortega es mostrarse y posicionarse como el defensor de una “auténtica” izquierda que resiste la influencia extranjera, entretanto que a Lula lo presenta como un traidor a esa causa.
Los trapos al sol
No conforme con esto, Daniel Ortega saca los “trapos al sol”, pues su narrativa no se queda en las acusaciones generales, sino que también toca temas como la corrupción. Por ello echa mano de escándalos de Lava Jato, en procura de erosionar la credibilidad de Lula como líder progresista.
Quiere Ortega asociar el progresismo de Lula Da Silva con la corrupción para debilitarlo y disminuir su posición como líder latinoamericano. Sin duda, el dictador centroamericano busca erigirse como un dirigente incorruptible que sigue fiel a sus principios.
La ruptura de relaciones entre Nicaragua y Brasil, acompañada de la expulsión de diplomáticos, resalta cómo Ortega está dispuesto a aislarse internacionalmente para mantener su discurso radical. También ataca al Vaticano, lo que refuerza su postura de resistencia contra cualquier entidad que considere parte del “imperialismo”.
Izquierda radical contra izquierda moderada
Daniel Ortega se vale de un discurso beligerante para defender su visión de la izquierda, esto, a costa de fragmentar el progresismo en América Latina. No le importa. Su objetivo es otro y de allí su narrativa destinada a desacreditar a líderes como Lula Da Silva.
Para Ortega es inaceptable toda crítica proveniente de una progresivo moderado a regímenes autoritarios como el suyo. Su visión es la de la política internacional marcada por la confrontación y la pureza ideológica. De allí su solidaridad a ultranza con Nicolás Maduro y del fraude electoral perpetrado en Venezuela el pasado 28 de julio.
Ortega recurre a la defensa agresiva de Maduro convirtiéndose en cabezas del autoritarismo de izquierda en América Latina. Para el nicaragüense es inaceptable la crítica del brasileño y su no reconocimiento del fraude venezolano. Por ello, acusa a Lula de traicionar los principios revolucionarios al alinearse con lo que Ortega llama “gobiernos serviles” y “arrastrados” que repiten las “consignas de los yanquis”.
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